Cada mujer que ha pasado por mi vida
ha dejado algo, aunque sea una sonrisa.
Tú nunca entraste, y te convertiste en mi musa.
Y entre calles y esmeraldas me queda tu guirnalda
de callejones de miradas con disimulo a la falda
y a los tacones de colores cuando andas.
Que controles. Que andas
Que conduces, que anda...
Quisiera ser mi costumbre tenerte entre tus saltamientos
de quedeceres corre, ve y anda. Que vaya pensamientos,
mal de humos y se levanta.
Y alfombras duras por donde quiera que pisas,
escaleras de caracoles del diluvio que pasan
dónde quieran que estarán las flores que salgan.
Y el di sí, mulo, que no quieras reproches
por lo que lloras todas las noches por quedarte
entre las ramas.
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