Pudió vivir en libertad
feliz
libertino y aberrante,
como un holandés
que saluda y anda por la calle.
Pudo fumar y disfrutar de la vida
como si del mundo de Aldous Huxley se tratara
y al final el LSD le hizo precipitarse.
-¿Saltó...?
-A la fama.
Sus restos mortales dieron igual
mientras el trabajo que hizo en vida,
pasó a la posteridad.
Aquí descansa.
Podía leerse en la tumba,
el epitafio que le llevó todavía
a una idea en la que le gustaba descansar,
y así yacía por fin en paz.
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